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retrato de Hokusai

 

Hokusai Katsushika (1760-1849), pintor y grabador japonés, nacido en Edo con el nombre de Tokitaro. Está considerado como el máximo exponente de la escuela de grabados Ukiyo-e, o pinturas del mundo flotante. Entró a trabajar en el taller del artista de Ukiyo-e Katsukawa Shunsho en 1775 y con él aprendió la técnica del grabado con planchas de madera, especializándose en retratar actores. A partir de 1796 comenzó su trabajo autónomo con álbumes de grabados y grabados aislados, firmando algunas de sus obras con el seudónimo de Hokusai. Hacia 1800 ya era un artista conocido gracias a la exhibición pública de sus obras, como la pintura de 240 m2 de Bodhidharma que pintó en un templo en 1804. Después de 1806 su estilo se tornó más monumental y clásico, tras el periodo en que se dedicó a ilustrar novelas históricas. Las xilografías, ilustraciones para libros y paisajes más conocidos fueron realizados entre 1830 y 1840. Las líneas curvas y de gran soltura, características de su estilo, fueron evolucionando gradualmente hacia una serie de espirales que añadieron una libertad y elegancia aún mayores a su obra, como puede observarse en Raiden (el Espíritu del trueno). Era famoso por la energía y espontaneidad de su genio creador, cosa que con la edad se incrementó aún más.En las obras de su última época utilizaba pinceladas amplias cortadas y una técnica de coloreado que le daba una cualidad más sombría. Entre las más conocidas están el cuaderno de dibujos en 13 volúmenes Hokusai manga (comenzado en 1814) y la serie de grabados conocida como Fugaku sanjurokkei (Treinta y seis vistas del monte Fuji, c.1826-1833), máximo exponente de sus grabados de paisajes, que contiene algunas de las imágenes más famosas de la tradición artística japonesa. Su capacidad creativa se mantuvo siempre activa hasta que un incendio destruyó sus bocetos y materiales de trabajo en 1839, tras lo cual continuó trabajando pero de modo más pausado. Sus últimas obras, realizadas poco antes de morir a los 89 años, ponen de manifiesto su enorme capacidad y determinación artística para superar los achaques de la vejez. A mediados del siglo XIX sus grabados, como los de otros artistas japoneses, empezaron a importarse a París, Francia, donde se coleccionaban con gran entusiasmo, en especial por parte de impresionistas de la talla de Claude Monet, Edgar Degas y Henri de Toulouse-Lautrec, cuya obra denota una profunda influencia de dichos grabados.

En la cresta de la ola de la costa de Kanagawa

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